jueves, 19 de mayo de 2016

Sin Piedad


Giselle McKenzie temblaba inexplicablemente con aquel susurro que reverberaba primitivamente en toda su consciencia. Sabía que aquel hombre sentado frente a ella en el pintoresco restaurante no podía haberlo emitido…Sin embargo, cada vez que éste colocaba su mano sobre la suya, oía de nuevo el misterioso y primitivo rugido que la hacia estremecer de placer.

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